martes, 15 de abril de 2008

El inicio...

En el avión las proporciones se habían invertido, eran casi un 95% de los pasajeros, los hombres en general vestidos de manera elegante y las mujeres con hermosos y grandes peinados.
Habían dos tipos de aeromozas, las europeas que atendían a los pasajeros con tickets comprados en una agencia europeana (pasajes más caros y con salidas garantizadas) y las africanas con sus coloridos y voluptuosos uniformes que se ocupaban de los que habían optado por una agencia congolesa (en general envían el equipaje en otros vuelos y por lo tanto las personas saben de antemano que recibiran sus maletas 2 ó 3 días más tarde).
Como cuando viajo sola, intenté ignorar al desconocido de al lado, pero no dio resultado y terminamos conversando. En medio de la discusión me soltó sin reparos « yo trabajo y vivo en Kinshasa, yo adoro el país, lo que no soporto son a todos estos congoleses ». Esta frase me acompañó durante todo el mes que estube en la RDC, por corrosiva, contradictoria y cínica.
Sentí un alivio casi maligno, al comprobar que el aeropuerto internacional de su capital era mucho menos moderno que el de Lima, podríamos decir que en infraestructura, se parece mucho al de Juliaca.
Mientras esperábamos a un lado de la banda mecánica por nuestras maletas, comprendí que mi preparación mental para viajar al Africa no había servido de mucho, porque empezaba a sentirme agobiada al comprobar que excepto unas 20 personas, todos los demás eran negros. Me sentía parte de la minoría, pero siendo la única sudamericana, la única chola entre ese grupo de blancos, sentía además que yo era la minoría más mínima.
Ese primer día, todavía no era capaz de hacer diferencias entre los africanos, para mí todos eran iguales en color y en rasgos, la única referencia que encontré para encontrar categoría fue la ropa; habían personas vestidas elegantemente, los uniformados (policías, responsables de aduana o protocolos*, etc), los obreros (limpiadores, cargadores de maletas), los vestidos de sport, y los vestidos como típicos extranejeros (pantalosnes con muchos bolsillos, botas, lentes de sol sirviendo como vinchas, etc).
Luego de 3 horas de esperar por recuperar el equipaje y cumpliendo las indicaciones escritas que recibimos, los 9 seguimos a nuestro « protocolo » hasta el auto, ese tramo me recordó al Jorge Chávez, porque la mitad del gran grupo de personas que te espera a la salida del aeropuerto te ofrece todo y la otra mitad te pide cualquier cosa que puedas darles.
Según supe el grupo de la misión local nos esperaba para cenar y para hacer un briefing; por un lado esa era una buena noticia porque a las 10pm me moría de hambre, pero del otro lado significaba que debíamos conversar e interesarnos por otros antes de poder sentarnos a la mesa.
La ruta hacia "la casa" fue larga y transcurrió en la mayor parte por una gran avenida sin mucho tráfico y asfaltada pero con muchos baches. A los lados de la avenida había mucho movimiento de personas a pie y alrededor de mesas frente a kioskos. Los locales no tenía luz eléctrica, algunas mesas se tenían pequeñas lámparas o velas, pero la mayoría de grupos estaban a oscuras.
Llegamos a la casa principal, había piscina (el entusiasmo por nuestra presencia hizo que descartara la idea de lanzarme a la piscina) y una larga mesa con mucha agua y cervezas calientes nos esperaba. Me moría de cansancio, de calor y de sed, pero no lograba acercarme a la mesa para servirme agua y no estaba lo suficientemente concetrada para cortar las conversaciones que iniciaban conmigo para poder pedir agua.
Luego de cenar nos llevaron en auto a la casa donde habían preparado nuestros cuartos: super limpios, bien amoblados, con camas protegidas con mallas y toallas a discreción. Me lavé los dientes, caminé a oscuras hasta mi cuarto, apagué la luz, me metí cuidadosamente en la malla para evitar cualquier mosquito malariento cerca mío y prendí mi linterna que me acompañó hasta que me dormí.
Todo eso y la aventura no había siquiera comenzado.

*PROTOCOLO: persona contratada por una organización para agilizar los trámites legales o no dentro del país.