miércoles, 19 de noviembre de 2008

Y caí en la cuenta....


Hace unos días fuímos a un concierto de SKA-P, un grupo español que me gusta y que se presentaba en una sala del centro de Bruselas. Fuí con mi marido, aunque en general los conciertos me agobian un poco por la cantidad de gente, por los empujones gratuitos e inesperados, porque por mi tamaño me pierdo la mitad del espectáculo y porque luego de cantar, bailar y saltar me da mucha pereza el camino a casa.

La sala de conciertos me encantó porque era más bien pequeña y tenía dos pisos como terrazas (como recuerdo que tenía el local de La Noche de Barranco). Nosotros compramos un par de cervezas y nos instalamos en el segundo piso, a la izquierda del escenario. El ambiente era genial, el sonido parecía bueno y la gente no paraba de llegar.

Mientras esperábamos el inicio y para no aburrirme me puse a mirar a la gente y a crear categorías.

Comenecé por los que había en mayoría, la «categoría adolescentes» :

- Grupo de chicas (donde siempre distinguía a una lindísima, una gorda, una achorada y otras dos mas bien normalitas),

- Grupo de chicos, que eran grupos mas heterogéneos (o todos eran gordos o flacos o feos o guapos),

- Duos o trios masculinos, pude identificar uno muy guapito con otro tirando para feo y/o un guapo gordo.

En la categoría jóvenes, que eran mixtos, estaban :

- Los «rastas», con cabellos largos, polos con la infaltable hoja de mariguana, las chalinas o gorros con los colores de la bandera de Jamaica.

- Los fanáticos que tenían polos, gorros, pancartas, pins y otros objetos con el nombre del grupo.

- También ubiqué a unos que denominé los «mas bien demasiado normales», aquellos que van a diferentes conciertos, sin identificarse hasta la médula y que en general son multiraciales y multiculturales…

…al definir mentalmente esta última categoría, inmediatamente y casi sin meditarlo me había incluído en ella, pero de pronto y dolorosamente me dí cuenta que NO, que ya NO, que a esa gente les saco por lo menos 10 años de ventaja, de experiencia bien vivida y que en general no me parezco a ellos (aunque quizá antes si me parecía).

Dejé a la gente en paz, no solo porque el concierto había comenzado sino porque el shock de la toma de conciencia fue muy fuerte, me di cuenta que el grupo de gente donde yo me hubiera colocado si no fuera yo, no solo no me gustaba mucho porque parecían espantar a los demás y adems porque eran minoría.

Noté que los que eran "realmente como yo" en el 2008, estaban en su mayoría ubicados en las terrazas, se mostraban menos exitados esperando el incio del concierto y en general tenían lentes, usaban cafarenas, tenían consigo sus carteras y sus abrigos.

Durante el concierto canté, bailé y salté, pero creo que un poco menos de lo que me hubiera gustado, porque en mi cabeza iba formándose una nueva imagen de mí misma... !!

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Siento celos...

Estoy convencida de ser una mujer moderadamente celosa, emoción que tiene sus matices dependiendo de la persona con la cual tenga un vínculo.
De mis novios, en general sentía celos, que estaban relacionados con la necesidad de tener la exclusividad. No es que tuviera «mucho» miedo de que me dejaran por otra, es que me daba rabia que pudiendo yo seguir saliendo con otros chicos, solo saliera con él, y entonces esperaba como mínimo que tuvieran ojos, atenciones y caricias solo para mí.
Admito que con algún novio llegué a sobrepasar mis propios límites, pero no fue por puro y romántico amor, era más bien la consecuencia de haber asumido un compromiso en una relación a pesar de no estar 100% enamorada. Pasó que yo «creía» en esa relación, «sentía» que valía la pena (para que valía la pena ? pues, ni idea… !) y asumía mi decisión y entonces la posibilidad de la infidelidad me parecía más aberrante y ofensiva que de costumbre: «sería el colmo, que encima de todo, este huevas me ponga los cuernos».
En todos los casos con mis ex-novios, los celos se me pasaban al pensar que a la primera sospecha de infidelidad, yo les pagaría con la misma moneda, sin dudas ni murmuraciones, y después de eso los dejaría y pasaría a otro tema.
Ahora siento celos de mi marido y la sensación que me producen es una novedad. De él me siento enamorada y disfruto tanto de su compañía que puedo fácilmente imaginarme que alguien se interese en él con el consiguiente riesgo de que él le de bola. La diferencia es que ahora no me imagino poniéndole los cuernos ante la menor sospecha y entonces me siento un poco desarmada.
En relación a mis padres, nunca he sentido muchos celos porque le prestaran más atención a mi hermana. Creo que repartían medianamente bien sus afectos entre nosotras y nos daban diferentes tipos de atención, por lo que ambas salíamos ganando en roles tan opuestos como «hacer la payasa» o «ser la primera en aprender a leer y escribir».
De mi hermana siempre he sentido celos, porque nuestra relación ha sido desde el inicio fusional, con mucho amor combinado con dosis de rabia, competencia y reproches. Mis celos, respecto a ella, eran de las personas que llegaban a su vida y que hacían que compartiera menos tiempo conmigo, eran de las decisiones que tomaba con lo que se hacía cada vez diferente, más fuerte, más independiente, más interesante. Pero esos celos siempre fueron infundados porque he comprobado que a pesar de todo ella está siempre ahí para mí y que mi presencia siempre es bienvenida para ella.
Ahora ella está viviendo una nueva experiencia y aunque la acompaño de cerca no sé que es lo que va a cambiar entre nosotras. De nuevo siento celos, celos ambivalentes porque quizá esté por llegar alguien que sea tan o más importante que yo en su vida y porque quizá ese alguien se convertirá en un buen motivo para seguir como hasta ahora... o mejor.