lunes, 30 de junio de 2008

Un día...

Hoy no tengo ganas de ir a la cama para dormir, porque no quiero que sea mañana.
Es la una de la madrugada y sentada en la ventana pienso que alguien en alguna parte debe estarla pasando peor que yo.
Hoy no ha sido un día maravilloso, ni especialmente malo, solamente quiero que siga siendo hoy por unas cuantas horas.
Hay millones de cosas que podría hacer además de sentarme a mirar la televisión, pero por lo menos no he tocado las papitas fritas que están en la mesita de centro.
Hoy no quería ver a mi hijo, porque me desborda con su energía, con las miles de cosas que quiere mostrarme, con las historias que cuenta, con su sonrisa al mirarme decir "no" o decir "si".
Hoy fue un día como cualquiera, solo que no pensé mucho y puedo decir que las horas pasaron volando y me sentí ligera.
Antes de acostarte dejaste en calro cuanto me deseas, y aunque deseaba hacer el amor contigo, preferí dejarte ir a dormir solo, porque de haber sedido hubiera estado muy temprano en la cama.
Felízmente mi gata, que está loca, no me ha hecho el menor caso, no se ha acercado para ronronearme y pedirme cariños y tampoco me ha rasguñado.
Hoy ya ni siquiera es hoy, ya es ayer y sigo sin querer que se acabe.

martes, 17 de junio de 2008

Te amo, también cuando estoy molesta

Esperas que te diga que te amo casi al instante en el que sientes que la discusión está llegando a su fin, pero yo no puedo.
Cuando discutimos, siento muchas cosas pero el sentimiento de amor no pasa por mi mente y no soy capaz de decírte nada que se le parezca.
No significa que no te ame, ni que sté pensando en separarme de tí, solo que me siento furiosa, sola, vacía, impotente, con rabia y angustia y no puedo pensar en que te amo, tampoco pienso que ya no te amo.
Estoy segura de que eres el amor de mi vida, pero eso no lo puedo decir, ni sentir cuando discutimos, ni muchas horas después, ese sentimiento queda oculto por la necesidad que me invade, esa angustia por resolver cosas, por encontrar soluciones.
Que puedes hacer para que se pase más rápido ?, tampoco te puedo responder amor mío, así soy, la cólera me dura mucho rato, soy muy resentida, quiero encontrar soluciones apenas encuentro los problemas, deseo escuchar de tu boca las ideas que en mi cabeza se van formando y que creo que pueden ser una buena opción, quiero que te vayas y me dejes sola, pero necesito que te quedes a mi lado para estar segura que te inquietas tanto como yo... todo eso suena complicado y de verdad lo es, y pasa siempre en mi mente y en mi corazón en cada discusión.
Yo se que nadie puede reaccionar como yo lo espero, se que me amas por sobre todas las cosas, yo se que si pudieras ahorrarme las lágrimas lo harías encantado cueste lo que cueste, se que el 99% del tiempo que pasamos juntos soy la mujer más felíz del mundo, eso no está en duda.
Te amo, no porque seas mi marido, te adoro simplemente.

martes, 10 de junio de 2008

Llegué a Luebo

Después de 5 horas de sueño, de una ducha rápida y un desayuno ligero salimos al alba para ser pesados junto con otros "bultos" que volarían con nosotros (cosa de no pasar el peso justo para no estrellarnos en el medio de la jungla africana), serían 3 horas hacia el corazón de la RDC, con una pausa de 1 hora para cargar combustible.
Pasar por la balanza fue un trámite rápido, pero a eso de las 9am seguíamos esperando a que la avioneta estuviera lista, hacía calor y el jean, el polo y las botas « chancabuques » que había escogido para protegerme de las serpientes que también vivían en el campamento (que durante un mes sería mi casa) comenzaban a parecerme insoportables. A la distancia no lograba distinguir al piloto del avión que se encargaba de colocar en algún orden secreto todos los bultos, solo era evidente que era blanco. Me hubiera sentido más segura si hubiera sido negro solo por la necia idea de que conocería mejor su país (desde el aire ?), que tendría más experiencia de volar con las mínimas medidas de seguridad (presuponiendo que las reparaciones de la avioneta fueron hechas con piezas bamba!!), que en caso de emergencia sabría mejor que hacer (la improvisación es un rasgo de los africanos ?).
Finalmente, al sentarme en mi sitio intenté olvidar mis miedos pero el piloto casi me hace bajar de un salto al pedirnos que lo acompañemos en una «pequeña plegaria antes de iniciar el viaje, para que Dios nos acompañe y nos proteja» (luego sabría que era un pastor americano que trabajaba, por muy poco dinero, desde hace años en la RDC para ayudar a su prójimo), felizmente encontré, en las miradas irónicas de mis compañeros, un poco de calma.
Volamos sin novedad sobre varios matices de verde y de gruesas lineas marrones onduladas hasta llegar a Luebo. La pista de aterrizaje era también verde y desde lo alto se veía como una zanja en el medio de la vegetación. Había 2 camionetas esperándos en un extremo y podíamos ver a las personas acercarse corriendo para vernos (la mayoría de adultos no había visto a blancos desde hace 40 años y casi todos los niños nunca en su vida los/nos habían visto).
Al bajar del avión debíamos estar a 45°C, y ya no había vuelta atrás, me sentí sola, y comprendí que no solo estaba lejos de mi casa, sino que, de entrar en pánico y desear partir de ahí debería esperar una semana por la siguiente avioneta. Como en la mayoría de casos cuando la angustia se apodera de mí, tomé aire y empecé a observar: había verde y arena roja que se pegaba al cuerpo, habían niños y adultos que sonreían y nos gritaban y extendían las manos al otro lado de la palizada. Saludamos/despedimos lo más efusivamente posible (las consignas de seguridad nos obligaban a evitar cualquier tipo e contacto físico) a los que debían partir con la misma avioneta y esperamos, transpirando, a que desde la base enviaran una camioneta más (la primera había sido cargada rápidamente y al máximo con el material que traíamos y la otra que estaba ahí no era de nuestra organización).
En 40min. a través de un camino asentado y lleno de huecos, llegamos al campamento (de una dimensión de más o menos 4 canchas de tennis), completa y rudimentariamente cercado, había vigilantes en la puerta (ese tipo de cosas no siempre me hace sentirme más segura).
Conocimos a nuestra jefa de campo, vestida con un polito ligerito, pantalones tres cuarto y sandalias, era guapa, enérgica, segura de sí misma, clara en sus espectativas respecto a nuestro trabajo, vital pero un poco cansada y dispuesta a clavar sus ojos en los tuyos durante toda una conversación. Ella nos explicaba generalidades, nos señalaba nuestras carpas, las letrinas, las duchas, el salón de reuniones y nos invitaba a ir a servirnos que comer en « la cantina », y yo pensaba que si yo debía usar las botas todo el tiempo moriría y que más me valía no entrar en pánico.

lunes, 9 de junio de 2008

Pero, para que sirve el domingo?

Puede parecer una habilidad o un don especial, eso que tenemos algunas personas de poder aprovechar el domingo haciendo absolutamente nada de nada, pero para mí es lógico, es algo natural contra lo que no intento luchar y que se altera solo en caso de estar fuera de casa.
Desde que puedo decidir por mi misma, los domingos me levanto de la cama lo más tarde posible, tomo un super desayuno, y empiezo a hacer cosas que no impliquen alterar la posición ideal pqra ese día: sentada.
A veces podía sacrificar algún domingo para ir a la playa, ir al cine o a pasear, pero esas salidas eran al final del día y en casos muy pero muy especiales. También las compras de último minuto de navidad y del día de la madre y padre, podían sacarme de la casa.
Como ahora estoy casada, esta buena costumbre ha variado un poquito, porque hay un esposo y un hijo y entonces a veces me ocupo de preparar el desayuno, cocino algún postre, hasta vamos a «fiestas» de amiguitos, salimos al bosque para dar un paseo a pie o en bici y hasta puedo ir a ver partidos de football o visitar a la familia política.
Puedo decir que mi esposo y mi niño han comprendido que en domingo, yo no cuento, que no deben incluirme en sus planes, que de preferencia respondo con monosílabos y que mientras menos me mueva de mejor humor estaré.
Pero sucede que ellos, cada domingo siguen buscando cosas que hacer, razones para moverse y salir de casa y si no las encuentran rápidamente, empiezan a dar vueltas alrededor mío (sentada en el sofá limándome las uñas, pelando nueces, depilándome las cejas, viendo la final de Roland Garrós, etc) como intentando encontrar la inspiración para una actividad nueva y fascinante.
Y ocurre que alguno,
solo para hacer algo, se lance a preguntar «Fiore, que vamos a hacer?" , y no hay muchas posibilidades de respuesta, una de ellas suele ser: «yo nada, pero ustedes pueden hacer lo que quieran, no?», y en el mejor de los casos les recito la lista interminable de cosas que podrían hacer los dos (juntos o separados/fuera o dentro de la casa) si no quisieran hacerlas conmigo.
Ayer, a eso de las 10:30 am, mientras yo disfrutaba de mi lado de la cama y un poco harta de escuchar como mi marido no paraba de dar vueltas y refunfuñar, quise saber que pasaba y respondió «no me gustan los domingos, no sé para que sirve un día como éste ».
Francamente, después de 3 años y medio de casados y con un tan buen ejemplo delante suyo, este chico no ha aprendido nada !!

19 domingos en mayo

Al regresar de mi último paseo por Lima, mi padre, casi obligado, vino conmigo.
Como él es un especialista en encontrar buenas razones, coartadas y excusas para evitar viajar y/o pasar más de una noche fuera de su Lima querida, yo no quería hacerme ilusiones sobre su visita hasta verlo sentado conmigo en el avión, pero sucedió y estubo por estos lares durante un mes exacto.
Entonces se dió que cada mañana al despertarme encontraba a mi padre en el salón leyendo o viendo la tv, o en la cocina preparando algún jugo para él y para mí. Eso me recordaba un poco a los domingos cuando yo era niña y él se se quedaba en casa, se levantaba de la cama apenas abiertos los ojos (a eso de las 6 de la madrugada), iba a comprar pan recién salido del horno, empezaba a preparar el jugo y hacía ruído/nos llamaba para que nos despertemos a tomar desayuno.
También me hizo recordar otro poco a los domingos de mi adolescencia, cuando luego de levantarse, comprar el pan intentaba hacer el mínimo ruido al preparar el jugo para que no nos levantemos de mal humor y cuando nos sentábamos a la mesa a desayunar él ya lo había hecho pero se quedaba con nosotras unos 5min. solo para estar ahí.
Y así lo hacía acá también, se levantaba muy temprano, desayunaba, preparaba el jugo, se volvía a dormir, leía y se sentaba conmigo a la mesa acompañándome mientras yo desayunaba y conversábamos un largo rato.
Aprovechando su visita a Europa no solo se quedó en Bruselas conmigo, y viajó a Alemania, Suiza y Francia, creo que a él le gustaron las otras visitas, pero ahora que lo pienso esa es la causa de que fueran SOLO 19 domingos con mi padre, en este mayo del 2008.
Ahora cuando me levanto por las mañanas ya no está y lo extraño, pero sé que finalmente fueron 19 domingos en un solo mes y que de no vivir tan lejos y estar casada, quizá no los hubiese vivido nunca.

domingo, 1 de junio de 2008

Praline es una gata!!


Hace unos días Praline (bombóm de chocolate en francés) desapareció misteriosamente del departamento, así se llama mi gato, o mejor dicho la gata de mi esposo y mi hijo, porque ellos la escogieron, alimentaron, cuidaron, la hicieron jugar y cariñaron. Para ser más clara, fue mi hijo el que pidió, lloró, suplicó, prometió y pataleó por tener un gato y una vez en casa fue mi esposo el que se ocupó de todo lo demás… y eso sigue así hasta ahora. Praline es pequeñita, con ojos amarillos verdosos, carita de tonta y pelaje negro negrísimo, salvo por una minúscula manchta blanca en el pecho, es poco sociable y más bien arisca, le gusta que la cariñen pero donde a ella le da la gana y cuando se aburre te araña o muerde, o ambas cosas.
Cuando ella tenía 3 años más o menos se calló del departamento en el que Mickey vivía como papá soltero. Durante una tormenta parece que el viento la empujó y calló en picada desde el cuarto piso, luego de le debieron reemplazar algunos pedazos de hueso y cartílago.
Una tarde nos dimos cuenta que Praline no aparecía para maullarle a Mickey (lo hace unas 15 veces al día y lo va a recibir/despedir a la puerta, pero no hicimos nada asumiendo que estaba estresada por la presencia de mi padre en casa, pero la noche siguiente empezamos a inquietarnos. A mí en todo caso me asaltaron las dudas respecto a lo que debía sentir/hacer si efectivamente la gata había desaparecido: no estamos mejor sin un gato en la casa?… el presupuesto para la comida, arena y juguetes podríamos destinarlo a salidas a un buen resto !!… ahora que mi marido ya no trabaja en las noches no la necesito cerca para justificar cualquier ruido extraño a las 3 de la madrugada… si había nuevamente «saltado» hacia la libertad, era una señal de que no era realmente felíz ?… para parecer sensible, debería pensar en conseguir otra gatita inmediatamente?… y si la habían operado mal y se ha escapado porque estaba en celo?
Y en esas estaba tirada en mi cama cuando escuché MAUUUUuuuuuu!!!!!…. efectivamente, Praline se había caído/tirado otra vez por la ventana, esta vez solo fueron 3 pisos y a juzgar por como se paseaba por el jardín de los vecinos (ufff !! no deberíamos reemplazar ningún otro hueso). Mickey entabló diálogo con la gatita que nos miraba y maullaba hasta que un gato callejero la espantó sin asco.
Dos días después (el domingo y el lunes feriado no encontramos vecinos dispuestos a habrirnos sus puertas para rescatar a nuestra mascota) Mickey volvió con Praline en brazos y con muchos arañazos en los brazos, barriga y hombros, yo verifiqué que no tuviera pulgas y que tomara agua y volvimos a la rutina sin mucho esfuerzo, sin culpas y sin decisiones incómodas.